sábado, 17 de marzo de 2012

¿QUÉ PASA CON DIOS?

No hace muchos años que era inconcebible, "el no creer en Dios". Claro, que había ateos, sobre todo en los tiempos más cercanos a nosotros, como los libertinos, los viciosos... que no creen en Él; no necesitan de su existencia para nada, se las arreglan solos, eso es todo; y todavía son mucho más los que dudan de su existencia, y me atrevo a decir, que no pocas personas también han tenido esa duda, muchos se quedan indecisos, otros muchos siguen creyendo, por si acaso, claro, que muchas veces no lo confiesan, pero es una realidad. De aquí, la pregunta: ¿Qué está pasando con Dios? ¿Es que la idea de Dios es una idea remanente de la sociedad primitiva en que todo el mundo creía? No trataría yo aquí este problema, si no me figurara, que este ateísmo circundante está ya empezado a afectar a no pocos creyentes de España y el mundo.


El mundo pagano se hundió en un egoísmo brutal y en un materialismo vergonzoso; pues, ¿Qué podemos vaticinar de la sociedad contemporánea, sino que también se hundirá, como aquel podrido mundo pagano? El egoísmo corroe sus entrañas y el materialismo lo mata. La sociedad modernista sentenciada a muerte, ya lo dijo Juan Pablo II: “la sociedad de la muerte”.


El materialismo nos convida a todas las emociones del placer, a todas las extravagancias de la moda y a todas las brutalidades del vicio.


Mirad en torno vuestro y ¿Qué veis? Si las creencias en los siglos pasados eran vivas, ardientes y entusiastas, hoy la sociedad no reconoce más dios, que el dinero y el placer; con razón el papa Benedicto XVI ha dicho que, "el mundo moderno está perdiendo a Dios".


El egoísmo endurece el corazón de los poderosos, y los rencores abrasan el alma de los proletarios. La justicia se pervierte y el hombre es odiado por otro hombre. Los lazos de la familia se rompen. Los crímenes, los robos, las intrigas y los odios llenan las páginas de la prensa. ¿Dónde están los hombres dispuestos a luchar por la verdad?


Doblez, farsa mentira es lo que vemos a nuestro alrededor; especuladores de oficio, compradores de votos y mercaderes de conciencia; ambiciosos que no titubean en preparar la ruina de la patria, con tal de asegurar el triunfo de sus concupiscencias.


Finalmente, como buscamos la verdad, como deseamos la justicia, como vamos corriendo en pos del amor, así también anhelamos la felicidad de la vida. La felicidad es un fantasma que va huyendo delante del hombre sin fe. Por favor: dejad que Dios sea Dios y no le quitéis sus derechos.

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