jueves, 25 de abril de 2013

LA ESPERANZA DA SENTIDO A LA VIDA

No es la ciencia, las leyes, las estructuras, lo que redime al hombre, sino el amor. Esta afirmación, dice el Papa en Spe Salvi, es válida incluso en el ámbito intramundano. Pero también el amor el frágil, por lo que el ser humano necesita un amor incondicionado para poder esperar, ése al que se refiere San Pablo cuando dice que nada podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús. Para tener verdadera esperanza, necesitamos aspirar a la vida en su verdadero sentido, aquella derivada de quien es fuente de la vida. Si estamos en relación con Aquel que no muere, escribe el Pontífice, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vda.
Esta relación con Dios, mediante la comunión con Cristo, evita todo individualismo al hacernos participar de su ser para todos. La unión verdadera con Dios se traduce, pues, en responsabilidad con los hombres. Así fomentamos esperanzas, las necesitamos, pero sin la gran esperanza en Dios, aquellas se quedan sin fundamento y sin trascendencia, cansan, no llenan.
No podemos, vivir como si Dios no imperase porque nuestra existencia es absolutamente distinta según nuestra relación con Él. Es elegir el sentido o la falta del mismo.

SIEMPRE VIENE BIEN VOLVER

Después de estar en un sitio uno se va adaptando a aquello, sin embargo hay algo en la vida que esta dentro del hombre que se hace inadaptable, no porque se pueda acostumbrar a ello sino porque es algo que se lleva en el ser, la identidad personal. 
El hombre se identifica con algo y con ese alguien que es en si, su propia identidad, sus orígenes, sus costumbres, su vida misma, es ahí donde el hombre siempre retorna y recibe fuerza, porque no hay nada mejor que encontrarse consigo mismo, encontrarse con aquello que lo  identifica.
Vale la pena volver, la paz esta ahí, donde hay armonía, donde hay bienestar, donde hay encuentro, donde hay felicidad, ahí viene bien volver.