sábado, 6 de octubre de 2012

NO HA LLEGADO AL CORAZÓN

Aquel estudiante que, por circunstancias de la vida, quedó sujeto a una silla de ruedas, era admiración de sus compañeros; era todo bondad y optimismo. La vida le había paralizado sus músculos, pero no su ilusión.
¿Cómo con tu desgracia -le decían sus amigos- tienes tanto ánimo y seguridad y vives sin ninguna amargura? 
Esque -respondía invariablemente el joven- el mal jamás me llegó al corazón.
Cuando el corazón está lleno de Amor, no caben en él las amarguras. Habrá dificultades y hasta desgracias en la vida; podrán causarnos dolor, pero no nos causarán amargura.
La amargura nace de un corazón sin fondo que se nutre de tres "des": desilusión, desesperanza, y desamor. En ese sentido, la amrgura es el sufrimiento del alma que ha perdido el sendero de la vida.
La amargura echa raíces en un corazón vacío y el corazón humano, por muchas cosas que tenga, siempre estará vacío si le falta Dios: "Nos hiciste, Señor, para tí y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Tí" (San Agustín).
Meter a Dios en nuestras vidas es un seguro de felicidad y alegría.
Así lo asuguró Benedicto XVI en la XXVII Jornada Mundial de la Juventud: "Sobre todos vosotros, jóvenes discípulos de Cristo, tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y felíz de la fe".
¿Qué la vida a veces es como es? Te doy una receta para no perder la sonrisa: Reza. Llénate de Dios y así conseguirás, como el joven paralítico, que el mal no llegue al corazón.